Horada la tierra desde los albores del tiempo.
Dicen que nació de una estrella que de el cielo se cayó,
otros,
que de una ilusión que se rompió.
Desde entonces
nos habita agazapado en nuestro rincón,
ese que creemos olvidado.
Con ojos negro
como de carbón
nos mira con alevosía,
de rompernos y tenernos,
y somos de el
en cada mirada que negamos,
en cada mano que escondemos,
en cada abrazo que guardamos
para mañana.
No tiene sueño,
nos vela
desde el primero
hasta el ultimo de nuestros alientos
porque nacemos con el,
y nos vamos con el
y aunque a veces nos abandona
siempre nos encuentra,
desde alguna mirada,
desde una sonrisa disfrazada,
desde un adiós.
Lo disfrazamos de ansiedad,
de locura,de amargura,
de ternura
para no mirarlo
en toda su espesura que nos apura,
y cuando no sabemos,
cuando no construimos,
cuando no entramos,
y no leemos signos
el nos aprieta la mano, la mirada
y sabemos que esta aquí
como amante en silente compañía.
Porque piedra somos en sus manos
cuando no sabemos terminar historias,
cuando no entramos en las puertas,
cuando no leemos el devenir,
cuando no podemos acunar estrellas
y dormirnos en ellas.
Cuando no sabemos,
cuando no podemos.
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