Saturday, January 09, 2016

Coincidencia

- ! Tres monedas !.., ! ¿ tienes un cigarrillo que me regales ? ! - grito el calvo Mario mientras se    acercaba lentamente con su cogera.
- ! No , no tengo !..., ! no puedo satisfacer tu vicio hoy ! -
  Mario ya al lado de él le sonrío
- Buena , satisfacer, tu siempre tan bien hablado -
- Cojo, no tengo hoy, y las pocas monedas están en el estomago ya -
- ¿ Supiste que tomaron al Julio ? -
- No, que lastima , pero ya saldrán. Sabes que la policía juega a hacerse la dura con nosotros -
- Sí lo se, pero deberían dedicarse a los bandidos de verdad -
- Bueno, calentemos lo que queda de comida - dijo tres monedas mientras prendía fuego a una     pila de tablas y cartones que serian el calor de la noche.
  Las manos tendidas sobre el fuego, el hambre saciada; y el espíritu estaba tranquilo.
- ¿ Sabes tres monedas ?, En noches como esta pienso que podría estar en una placida cama         donde mi hermano -
- ¿ Y por que no lo haces ? -
- Sabes que me gusta esto, sí me gusta -
- ¿ Entonces ? -
- Es que mi hermano me obligaría a cambiar, y no me dejaría ser yo -
- Mira cojo, sabes que te estas volviendo viejo. Aprovecha de que tienes una puerta abierta aún-
- No se,  solo se que ahora me gusta este fuego -.
  Tres monedas cojio los platos sucios y los metió en una bolsa mientras Mario se cubría con    su   manta de eternos agujeros. Tendieron los pies hacia el fuego y sintieron ese calor tan  amigo, tan intimo, tan incondicional. Tres monedas metió una mano en un bolsillo de su  raída   chaqueta y sacó  un cigarrillo.
- ¿ Como que no tenias ? -
- Lo guarde para este momento, sabrá mejor -
- ¿ Sabes ?, hay veces en que me parece que eres de otra vida, que no perteneces aqui -
- Ja ja ja, ¿ y de donde sacas eso ? -
- De tu manera de hablar, de como piensas, en fin -
- Quizás mis antepasados -
- Nunca me has contado de tu familia -
- No tengo nada que contar, pues no la tengo -
- ¿ Como así ?, debes tener padres -
- De mis padres tengo vagos recuerdos. Solo me acuerdo de que mi madre trabajaba en una         linda casa, y que siempre llegaba al anochecer con extraño olor en su boca -.
  Hizo una pausa tres monedas mientras pasaba la "cola" del cigarrillo.
- Era alcohol, eso lo supe con los años -
-! Chuuuu !, ¿ y tu padre ? -
- De el solo recuerdo una noche llena de risas, en que me tomo en sus brazos y puso en mi cuello   una cadenita -
- ¿ Y aun la tienes ? -
- Sí -
  Tres monedas bajo los ojos, urgo en su pecho y saco a la luz del fuego una delgada cadena de     la cual pendía la figura de una rosa a la cual le faltaba la mitad.
- Es linda - dijo Mario tomándola entre sus dedos.
- Para serte sincero cojo, pocas veces la he mirado, y no me preguntes porque la llevo aún -
- Ja, ¿ te molestaste ? -
- No -
- Parece que andas sentimental esta noche -
  Tres monedas volvió a esconder la medalla en su pecho, y se tendió sobre su delgada manta. El
  cojo lo imito.
  Tendido y con la mirada perdida Mario susurro..
- Por algo la llevas aún -
  Tres monedas ya dormía.


  Que el suelo fuera pedregoso, colonial, no impedía que Andrea avanzara con pasos cortos pero   seguros por aquella callejuela que parecía de otro tiempo. La calle de las flores no cambiaba,     era perenne y regalaba aromas que a cien metros de allí nadie imaginaba que existían.
  Andrea entro en la florería con esa seguridad que su tímida sonrisa escondía.
- Vengo por unas Rosas Australes que encargue -
  El tendero reacciono y apago maquinalmente la radio.
-¿ A que nombre ? -
- Andrea Mischlet -
- Espéreme -
- Estas son -
- Esta cancelado señor -
- Bueno, se las envolveré -
- Aquí están sus tres botones -
- Gracias, ¿ alguna recomendación ? -
- Solo cariño -
- Ja, entiendo -
  El empedrado hacia de la callejuela un horno. Pero Andrea encamino sus pasos raudamente,
  para aligerar ese infierno. Indiferentemente avanzaba, cuando una voz raspada le sacudió el       minuto.
- Señorita, ¿ me puede regalar tres monedas ? -
  Andrea se detuvo y miro una cada ajada como libro viejo, que mostraba una sonrisa de               dientes dañados.
- Que atrevido eres -
- ¿ Por que señorita ? -
- Ja, me pides, y ademas tres monedas -
- Disculpe mi dama, la vida es costosa -
  Andrea se quedo mirando aquella figura que parecía salida de un cuento mal habido.                   Parpadeo como esperando que el mendigo se diluyera.
- Mira - dijo secamente - te daré lo que yo pueda -
-Creo que puede tres monedas -
- ! Atrevido !, ¿ crees que es una obligación darte ? -
- Por supuesto que no, yo solo pido lo que usted puede darme -
- ¿ Y que sabes tu ? -
- Nada -
  Andrea  se sintió embarcada en un dialogo que no quería, pero por cosa misteriosa no podía
  romper.
- Mira, hagamos una cosa. Te daré una moneda y la próxima vez que te vea te daré la otra -
- ¿ Nos entregamos a la casualidad ? -
- Pues sí, la misma que nos hizo encontrarnos -
  Andrea saco una moneda de su bolso y la puso en la mano de "tres monedas". Este la apretó.
- ¿ Como te llamas ? -
- Diego, para servirle, ¿ y usted ? -
- Andrea -
- Bonito nombre -
- Gracias -
- Veo que le gustan las flores -
- Embellecen  en donde estén -
- Así es, pero ademas el alma -
- Hablas bien después de todo Diego -
- ¿ Lo dice porque me ve todo roto ? -
- Disculpa no quise ofenderle -
  Andrea bajo la mirada mientras tocaba suavemente sus tres botones de "Australes".                   Se sintió   incomoda.
- No se preocupe señorita, todos tenemos prejuicios -
- No es por inmiscuirme en su vida, ¿ Pero por que vive así ? Se nota que tienes cierta                     educación-
- Simplemente termino gustándome esta vida, y usted sabe que uno es , uno y su circunstancia -
  Andrea lo miraba mientras el hablaba, y comenzo a darse cuenta que después de todas las           lineas de ese rostro quedaban unos ojos pardos de transparente mirada. Extrañamente se           sintió nostálgica.
- Bueno señor..., Diego, debo hacer muchas cosas hoy, lo dejo -
- Sí señorita ..., Andrea -
- Cuídese señor -
- Usted también -
- Le debo, no lo olvidare, sera la excusa para otra charla -
- Ciertamente así sera -
  Diego se quedo mirándola mientras ella se alejaba. La moneda brillaba en su mano bajo el sol;
  y uno de los botones de Rosas se abría en los brazos de Andrea.


- Pasa Luisa, esta algo desordenado si -
- No te preocupes -
- Toma Asiento -
- Gracias - dijo Luisa mientras capturaba los detalles de aquella habitación.
- ¿ Un café ? -
- Sí, que rico -
  La habitación era un calidoscopio de formas y colores que reflejaban el agrado que tenia             Andrea por la vida.
- Toma, ¿ Bueno de que se trata la cosa ? -
- Mira Andrea, necesitamos terminar la colección de fotografías para la revista, y pronto. Pero
  el equipo quiere unas más artísticas, más arte en la imagen, Tu sabes la linea del cliente -
- Entiendo, ¿ Y cuanto tiempo hay ? -
- Tres semanas -
- ! Tendré que correr !, tu sabes que me caso pronto -
- Sí, lo se y siento que te presione con esto -
- No hay problema -
- Sabes, nos gustaría algunas....... -
  Se interrumpió Luisa cuando el color de unas flores atrapo su mirada.
- ! Que bonitas rosas ! - exclamo
- Son unas "Australes", bien únicas -
- Se notan frescas -
- No te creas, hace dos semanas que las tengo, pero siguen como el primer día -
- ¿ Y solo te ha abierto una ? -
- Sí, aunque te suene raro -
- Extraño, no sabia que duraran tanto -
- Yo tampoco, mejor duran más -
- Están preciosas, cuídalas -
- Ja, parecen que se cuidan solas -
- Como la dueña -
- Ja ja ja, - rió Andrea, y su risa fue rebotando en todos los colores y formas, hasta inundar la       habitación.
  Andrea cerró la puerta tras despedir a su jefa. Se encamino hacia las rosas.
- Que extrañas parecen ustedes, ¿ Y ustedes dos que esperan para abrir ? - dijo mientras tocaba    los botones. El día moría, pero no las rosas.


  La casualidad hizo su juego nuevamente como lo hace todos los días, pues es la falla que tiene     el señor Destino, y la responsable de que las vidas a veces tengan giros sorprendentes.
  Sentada en un banco, con las manos en un vaso de café, Andrea intentaba entibiar la fría             mañana y su cerebro para procurarse aquellas fotografías.
-¿ Me permite sentarme ? - dijo Diego mientras sostenía un humeante café.
  El rostro de Andrea se inundo de sorpresa, y algo de su bebida se derramo.
- Claro, ¿ Como esta usted Diego ? -
- Bien , pasando estos fríos -
- Antes de que se me olvide - y abriendo el bolso saco una moneda
- Toma es algo de lo que te debo -
- Veo que usted es una mujer de palabra -
- Pues claro, ¿ O quieres que te de lo restante ? -
- No, así es mejor, se crea compromiso -
- Ja ja, vamos no es para tanto -
  Guardaron silencio. El café sabia bien. El frío se retiraba.
- ¿ Te podría hacer unas fotografías ? -
- ¿ A mí ? -
- Sí, te pago por supuesto -
- No creo que este para fotografía -
- Son para una revista , te pagare  -
- Ja ja ja, yo en una revista -
- Diego, creo que tienes la imagen de lo que ando buscando -
- ¿ La miseria humana ?
- Yo no he dicho eso -
- ¿ Entonces ? -
- Tienes la vida en tu rostro, la vida dura -
   Diego bajo la mirada, se toco sus ropas y su rostro, y le devolvió la mirada. Andrea lo miró
   con curiosidad.
- ¿ Sabe , señorita Andrea ?, usted me cae bien -
- Gracias, tu también -
- Así que dejare que me inmortalice -
- Solo necesito tres fotografías, con eso bastara -
  Ella tomo su cámara, y le dijo a Diego que se quedara en esa posición. Hizo !clic! su cámara.
- Ahora colócate más de perfil -
- ¿ Así ? -
- Sí, levanta esa mirada -
  Hizo otro !clic!.
- Ahora ábrete un poco el pecho -
  Diego se abrió su raída chaqueta y su camisa. 
  Andrea mientras lo arreglaba se percato de la delgada cadena que pendía en ese cuello. La         tomo entre sus dedos, y observo. Se sintió sorprendida y hasta confundida, como si nubes           aparecieran en su pensamiento.
- Que bonita rosa llevas en tu cuello -
- Disculpa, ¿ De donde la sacaste ? -
- No la he robado , si es lo que piensa. La llevo desde niño.
- ¿ De tus padres supongo ? -
  Andrea preguntaba con creciente curiosidad, mientras se tocaba el cuello como serciorandose 
  de algo.
- De mi padre -
- ¿ Y que es de él ? -
- No se, tengo pocos recuerdos de él. Esta cadena y su aroma a lavanda -
- ¿ Y tu madre ? -
- Ella murió hace tiempo , alcoholizada -
  Una Andrea sorprendida e intrigada miraba a Diego fijamente. Introdujo su mano entre la         blusa y saco a la luz una cadena.
- ¿ Sabes Diego ?, que curioso, yo tengo una cadena igual a la tuya con la otra mitad de la rosa,
  mira -
  Diego la tomo y con el asombro en su rostro la observo.
- Es cierto, increíble -
- Sí que lo es -
- Esta si que es coincidencia -
- Más que coincidencia , me parece extraño -
  Guardaron silencio, cada uno en sus propias impresiones. Ambos tratando de arañar ciertas       ideas que no se atrevían a asomar, ambos tratando de resistirse a la intriga que los inundaba.
  Andrea sintió un frío que le recorrió la espalda, quizás miedo, y reacciono cual alarma.
- ¿ Como te encuentro para dejarte las copias ? -
- Donde nos conocimos, paso siempre por esos lados, y si no en su florería, me conocen -
- Gracias Diego por todo -
  Y raudamente como arrancando de algo fantasmagórico, Andrea tomo su bolso y se alejo con
  acelerados pasos.
- ! Señorita !, ¿ No eran tres fotografias ? alzo la voz  Diego, pero Andrea ya era distancia. Toco
  la moneda en su bolsillo.
- Que extraña señorita, la asusto parece la coincidencia - se dijo mientras caminaba.
  En tanto, a miles de metro de allí y en la ausencia de Andrea, uno de los botones de "Australes"se abría.


  Cerró la puerta bruscamente, tiro su bolso en la mesa y se tiro sobre el mullido sofá. Se sentía    agitada desde hace días, inquieta, ansiosamente temerosa. Ella se lo atribuía al trabajo, a su      próxima boda. Pero en realidad eran ciertas preguntas que la tenían ese estado. Preguntas      que habían nublado su quieto cielo, su linda simpleza.
 Tenia la fotografías en la mano. Las saco y miro aquel rostro que colocaba a su espíritu en  estado de alerta, el rostro de las preguntas.
- Aroma a Lavanda, como mi padre -
- La misma cadena, la mitad de la rosa -
- Los rumores sobre mi padre -
- El color de esos ojos, como mi padre -
  Todas estas palabras las susurro Andrea para si, como en un rezo, quizás creyendo en que las     exorcizaria y las volvería inocentes coincidencias.
  Tomo su bolso, las fotografías y salio dispuesta a enfrentarse a las casualidades.
  Después de caminar en vano por la calle de las flores, entro en la florería.
- Disculpe ando buscando a Diego, un hombre que pide por aquí. Me dijo que usted lo conocía -
- Tres monedas,.....lo siento falleció hace tres días atrás -
  Andrea sintió un frío que la paralizo. Se quedo sin ideas, sin lenguaje, quieta como alguien a       quien le han robado el hálito. Balbuceo algo, pero solo fue un intento. La invadió el silencio, la   nostalgia, y por primera vez en años se sintió extrañamente sola, y todo esto en un minuto.
  Se apoyo en la firmeza del mesón y con temor hablo.
- ¿ Que le paso ? -
- Lo atropellaron,....estaba ebrio, dicen que hace días andaba bebiendo, cosa que rara vez             hacia -
- No sabe cuanto lo siento -
- Sí, era un buen hombre -
  El hombre cayó en la cuenta de que los ojos de Andrea estaban lagrimosos, brillantes en pena.
- Disculpe señorita, ¿ Usted lo buscaba para algo ? -
- No, nada importante, gracias -
  Apretó su bolso y lentamente busco la salida. Una vez fuera, el ruido, las voces, el gentío, la         embriagaron mas. Camino sin destino fijo, como lo hacen los lamentos esperando que algo los   calme. En cada paso una duda, en cada paso una despedida; hasta que una sombra se cruzó.
  Una sombra que tenia voz y pedía.
-¿ Me puede dar una moneda ? -
  La voz volvió a Andrea a sus pies, y sus ojos se encontraron con una joven mujer que la
  miraba. Andrea le miro sus verdes ojos y su delgadez. Maquinalmente metió su mano  en la       cartera y saco tres monedas.
- Toma, la vida es costosa -
- Gracias -
  Las monedas bajo el sol , brillaban como joyas en aquella mano; mientras, envuelto en una         tenue claridad y silencio se abría el ultimo botón de "Australes".


( Cuentos vagos )











  


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